The reason why it happens is not too clear, whether it is due to something specific or because everything converges, but sometimes we feel good. Thinking of our wellbeing as the sum of vibrations harmonizing in the same frequency is a good first step. There is an optimum spot for wellbeing, a frequency tuned for life. It is no secret that COVID-19 has prompted deep changes in all aspects of our personal, social and professional life. We keep on facing the stress caused by uncertainty, we carry on pondering over the lesson we have learned, the things we consider essential and the aftermath of this whole situation.

Life is uncertain; this is the most important lesson we have learned from the pandemic. Our expectations have changed: some of the things we considered certain have changed, others have faded and many more have been fast forwarded. You could say that out of necessity, certainty has stopped being our main goal in life, and for that matter, in our professional life too.

Durante el confinamiento, los trabajos se han convertido en lugares de refugio, de conexión social, de adaptación, de acción, de colaboración, de solidaridad y de encuentro. Pero, también, de redescubrimiento de nuestro yo creativo, ese que nace de la empatía y nos permite identificar problemas y buscar soluciones. Ahora que la transformación digital no tiene vuelta atrás, la paradoja es que son las habilidades humanas las que adquieren mayor importancia. La era del escritorio permanente ha terminado. Tenemos una oportunidad increíble para redefinir los no lugares y la manera en la que queremos trabajar. El trabajo, el espacio concreto, el espacio físico desde donde nos proyectamos -la oficina, un café o nuestra casa – puede ser, por fin, un lugar al que incorporar nuestra identidad, un ámbito para la realización y el enriquecimiento personal, una emisora desde donde sintonizar nuestra frecuencia de bienestar. Ahora más que nunca, apreciamos los entornos amables y estimulantes, los espacios que se involucran con nosotros y nos hacen sentir bien, los ámbitos que nos recuerdan que tenemos un propósito individual y que la vida que uno vive tiene sentido.

Una cosa más: nunca ha sido tan urgente encontrar modos de desconectar y de mantener un equilibrio entre el trabajo y la vida personal. La tecnología no alimenta nuestras almas ni nuestra creatividad, no le da sentido a lo que hacemos. Son nuestras relaciones y los entornos que ocupamos los que nos reafirman en nuestra humanidad, los que nos hacen sentir bien y vibrar en la frecuencia adecuada. Sacar tiempo para hacer lo innecesario se ha vuelto más necesario que nunca.